En una ciudad sin esperanzas de vida, un hospital
en particular, daba sus almas a alguien a quien ellos mismo llamaban “Angel-san”,
invocándolo a través de la ouija, cristianos de todo el mundo iba hasta esa
ciudad que tan solo caminar por las calles daba la sensación de no tener vida
alguna, como una ciudad fantasma.
Una chica la cual cuyo apodo era “Kibou”, había nacido
en ese hospital, pero nunca supo quiénes eran sus padres, el personal del
hospital le permitió ir y ser de ayuda para aquellos lo necesitaban, a pesar de
ser una ciudad casi fantasma, ella era feliz.
-Kibou-chan, no quiero seguir en este mundo-
Ese tipo de palabras venir de un paciente de aquel
hospital, ya eran algo normal, pero aun así, su corazón se oprimía.
Salió de aquella habitación, y comenzó a caminar
sin rumbo aparenta, hasta que noto en que puerta y piso estaba, “área de pediatría”,
entro desganada y noto como aquellos niños lucían felices, excepto el mismo
grupo de siempre, se acercaron a ella y le extendieron una hoja.
-Kibou-chan!, Kibou-chan!, solo tú puedes invocar
a Ángel-san-
La chica miro aquella hoja, y tomo el lápiz… trago
saliva fuerte, sabia de sobra que si invocaba a Ángel-san, el chico que ella
menos pensaba, desaparecería, o morirá de una manera horrible.
-de acuerdo… pero, los que no quieran presenciar
esto, salga de aquí-
Pero para su sorpresa todos los niños se quedaron,
suspiro resignada y tomo aquel lápiz.
-Ángel-san, Ángel-san, por favor, ven acá-
Repitió eso varias veces hasta que una fuerte
brisa entro desde las ventanas abiertas y aquel lápiz solo escribió un “si”.
-llévame contigo Ángel-san-
-y yo!-
-yo!-
-yo!-
Y así muchos chicos hasta que la habitación se volvió
mucho ruido, los chicos suplicaban por morir, Kibou, lloro amargamente, ¡¿TAN
SOLO ERAN NIÑOS?! Dios, Dios tenía que odiar mucho a esa ciudad como para dejar
pasar eso.
Algunos de los niños comenzaron con ataques de epilepsia,
otros con asma, y muchos otros con derrames nasales.
-Ángel-san, Ángel-san, por favor, ve a casa-
Siguió repitiendo eso, pero sus ojos estaban
fuertemente cerrados, escuchar como aquellos niños pedían ayuda, todo era su culpa,
aquel lápiz en su mano comenzó a moverse, escribiendo algo sobre la hoja.
-“tu… serás la próxima”-
Al leer aquellas palabras, ese demonio o lo que
sea que allá sido, se despidió con un “Sayonara”, y aquel lápiz se dirigió al
templo dibujado sobre esta.
Kibou se levantó, siempre era lo mismo, aquellas
palabras ya había perdido la cuenta de cuantas veces las había visto, solo
quemaba la hoja y aquel lápiz, como tantas veces lo hacía.
Corrió por los pasillos de aquel hospital como
tantas veces lo hacía luego de eso, las enfermeras corrían en dirección contraria
hacia aquella habitación y recogían los cuerpos de aquellos niños.
Llego hasta las puertas de la entrada del
hospital, ya no lo soportaría más, ya no…
-Tú debes ser Kibou-chan ¿ne?-
La chica levanto la vista encontrando a una mujer
muy bien vestida.
-¿Quién es usted?-
Pregunto extrañada.
-soy una trabajadora social… vengo a decirte que…
encontramos a tus parientes-
Kibou estaba en estado de shock, aquella mujer le
acababa de decir que encontró a la familia de algunos de sus padres.
Luego de eso, tomo muy pocas cosas de su cuarto y
se fue con aquella mujer, dejando atrás aquella ciudad y aquel hospital.
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